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¿Se puede considerar a la filosofía como un arte?



viernes, 13 de noviembre de 2009

Al final, da la casualidad de que todo se sabe. ¿Qué son las casualidades? ¿Cruces de caminos en medio de vidas? ¿Qué es una vida? ¿Un recorrido que sirve para marcar la vida de otros y superarnos?

- Mendo:
Voy a huir, pero contigo.
- Magdalena:
¿Perdiste el juicio?
- Mendo:
Resuelto está, vive Dios.
Y si te parece mal, aquí mesmo este puñal,
nos dará muerte a los dos.
Primero lo hundiré en ti,
y te darñe muerte, sí,
¡Lo juro por Belcebú!,
y luego tú misma, tú,
hundes el acero en mi.

¿Qué somo más que ilusiones? ¿De qué nos nutrimos más que de emociones? ¿Por qué nos asusta darnos a conocer? ¿Acaso no tenemos todos la misma base: ilusiones, emociones, esperanzas...? ¿Por qué hay veces que aún sabiendo la verdad seguimos mintiéndonos? ¿De verdad podemos llegar a ser tan cobardes?

- Mendo:
¿Hoy también, viejo Clodulfo,
habrás de guardar silencio?
¿Hoy tampoco mis preguntas
habrán en tus labios eco?
¿Cuándo saldré de esta torre?
¿Pronto o tarde? ¿Vivo o muerto?
¿No sabré tampoco hoy
lo que con ansias espero?
[...]
- Magdalena:
¿Dónde está el que mi paz turba?
¿Dónde está que quiero vello?
¿Dónde está el que fue motivo
de los celos de Don Pero?
¿Es éste?
[...]
Pues escuchad: ante todos digo
que su muerte quiero,
que si importunóme vivo
no ha de importunarme muerto.
Yo juro que nada
ha sido nunca Don Mendo;
que él, que me escucha, responda
si digo verdad o miento.
[...]
Padre y Señor, ya lo oíste.
Ya lo escuchaste, don Pero.
Jamás mis labios le hablaron
jamás mis ojos le vieron:
para robar, escaló
la torre de mi aposento.
Ladrón, ladrón, no mereces
otro nombre y a él apelo.
¿Por qué la venganza? ¿Por qué acudimos a ella cuando estamos heridos? ¿Por qué fingir fuerza cuando nos derrumbamos? ¿Por qué darnos la vuelta ante los problemas y salir corriendo para que no nos alcancen?
Mendo:
[...]
¿Qué traidora mano vertió en tus entrañas
la negra semilla de los tristes celos?
-Azofaifa:
Mis ojos, Renato, que vieron los tuyos
y vieron los suyos y en ambos leyeron.
¡Ella te idolatra!
[...]
¡Te adora!
Lo he visto en sus ojos.
- Mendo:
(Si tal fuera cierto
que hermosa venganza matalla de amores.)
-Azofaifa:
Y tú...
[...]
¿Por qué me engañaste? ¿Por qué me dijiste
que en ti los amores y la fe habían muero?
¿Por qué me dijiste que esos labios rojos,
que me vuelven loca, no darían más besos?
¿Por qué me dijiste que tus ojos claros
nunca mirarían con loco deseo?
¿Por qué me dijiste que no me abrazabas
porque las traiciones tanto mal te hicieron,
que en huelga tanquila de brazos caídos
tus brazos nervudos por siempre cayeron?
¿Por qué me engañaste, Renato? Responde.
[...]
-Mendo:
[...]
¡Mora digna de mi amor
pero a quien no puedo amar,
porque un hálito traidor
heló en mi pecho una flor
aun antes de perfumar!...
[...]
No celes, que no es razón
celar, del que por su suerte
en una triste ocasión
por escapar de la muerte
dejó en prenda el corazón.
No celes del desgraciado
que sin merecer reproche
fue vilmente traicionado
y cambióse en media noche
por no ser emparedado.
Ni a ti ni a nadie he de amar.
Al final, todo se sabe. Al final, después de equivocarnos, cuando algo es verdadero, vuelve. Al final, somos capaces de perdonar. Al final, después de saberlo todo, después de intentar alejarnos de la verdad que nos duele y nos afecta, la aceptamos y la hacemos formar parte de nosotros mismo, haciéndonos crecer dos centímetros.
- Magdalena:
Pues eres asaz cortés
ven aquí, pulcro trovero,
que voy, postrada a tus pies,
a explicarte cómo es
el amor con que te quiero.
¿Has visto cómo la flor
cuando despunta la aurora
abre sus pétalos tiernos
buscando luz en las sombras?
Pues así mi boca busca
el aliento de tu boca.
[...]
¿Has visto cómo los ríos
buscan el mar con anhelo
para darle cuanto llevan
porque es el mar su deseo?
Pues así mis labios buscan
los suspiros de tu pecho.
[...]
-Mendo:
(viendo marchar a Magdalena)
¡Aborto de Satanás! ...
Dentro de poco sabrás
quién es el Marqués de Cabra,
que ahora me ha dado palabra
de matarte y morirás.
Mas qué es esto ¿es ilusión?...
La venganza de Don Mendo, Pedro Muñoz Seca.
(Excelente comedia)
A esta comedia me unen profundos lazos de admiración. Hace poco me la recomendó una compañera de blog, ya la había leido con anterioridad, pero volví a sacar el libro de la caja de mudanza aún sin vaciar, le quité el polvo y lo releí, nunca me cansaré de hacerlo, intuyo.
Para no ser interpretado como acentuadamente subjetivo, he de reconocer que el teatro de Muñoz Seca, leído o represetado hoy, ha perdido su frescura, su intención y su oportunidad. Don Pedro Muñoz Seca fue un demedido dominador del arte escénico excesivamente sometido a las coyunturas de su tiempo. Su teatro, alegre, divertido, a veces cruel, en ocasiones ingenuamente moralizante, se salva de las críticas más adversas. Los secretos de la comedia no existían para la pluma de Don Pedro.
De todas sus comedias, esta sobresale por su increible gracia y su texto casi perfecto. La perfección en toda su obra literaria es imposible y la cuasi perfección determina el logro más culminante.
Con esta comedia, Muñoz Seca alcanza el objetivo de todos cuantos se someten al aplauso del píblico. La inmortalidad; una inmortalidad avalada por el éxito ininterrumpido que le introduce cono todos los honores en el reducido espacio de los elegidos. Los clásicos.

1 comentario:

  1. Bruno, tienes razón: "Al final, todo se sabe. Al final, después de equivocarnos, cuando algo es verdadero, vuelve. Al final, somos capaces de perdonar. Al final, después de saberlo todo, después de intentar alejarnos de la verdad que nos duele y nos afecta, la aceptamos y la hacemos formar parte de nosotros mismo, haciéndonos crecer dos centímetros"; gran pensamiento...
    Sobre La venganza de Don Mendo, excelente obra, la ví alguna vez en TV española, pocas veces ví una comedia tan divertida, por la exquisitez de sus diálogos y lo agudo de su humor. No lo he leído, pero estoy en mora de hacerlo. Los diálogos son parecidamente divertidos a los de Don Quijote y Sancho Panza, diferenciando que unos son en versos mientras que los otros son en prosa.
    Un abrazo.

    El Caminante.

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